lunes, 18 de julio de 2011

Principio 76

+ Las grandes imágenes impresionan; las grandes palabras presionan.


Hay un generalizado y discutible cántico de alabanza al poder de la imagen respecto al de la palabra.


En las últimas décadas la tecnología ha impulsado y potenciado de forma extraordinaria la difusión de la imagen. El color, sea impreso, digitalizado, filmado o emitido, es parte del escenario visual cotidiano, hasta un nivel en el que la reproducción en blanco y negro ya es vista como exquisitez gráfica o miseria presupuestaria.


El aluvión de nuevas tecnologías que han expandido el talento visual no ha tenido un movimiento simétrico con la palabra escrita. Una edición actual de "El Quijote" sigue estando impresa sobre unas hojas blancas encuadernadas y con una tipografía que no difiere excesivamente de la que se usó en la primera edición de 1605. 
Los magníficos libros de imagen que hoy se editan son auténticas explosiones visuales, mientras las páginas de texto que las acompañan siguen siendo tipografías de negro sobre páginas blancas.


A la vista de todo esto... ¿qué futuro le queda a la palabra? La respuesta es muy sencilla: se trata de analizar cómo las grandes frases penetran en nuestro cerebro y son capaces de alterar, fijar o reafirmar la huella que queda en nuestros circuitos neuronales, y a la vez cómo lo hacen las grandes imágenes que percibimos.
Una gran imagen es como una cola. [...] Una gran frase que condense un gran concepto es un terremoto para el intelecto: siempre mueva las conciencias, las voluntades e incluso, si viene al caso, las tarjetas de crédito.


Una gran imagen es un brillante ejercicio de formas que recubre la percepción de nuestras neuronas. Es una comunicación expansiva que siempre requiere una interpretación, que puede ser entendida de muy distintas formas dependiendo de la cultura y el momento de cada receptor. 
Una gran frase es por sí misma una comunicación cerrada y concreta, a veces una instrucción o incluso una orden, que no da pie a interpretaciones desviadas. Se sustenta en las letras del abecedario, se expresa con una sola coz y se lee impresa a un solo color. La forma de las letras, que hacen el papel de continente, no ocultan sorpresas: todas trabajan en favor del contenido. Por eso la gran frase penetra como una flecha en el núcleo nervioso de nuestras neuronas y las pellizca hasta conducir la conciencia y a veces provocar la acción.


¿Qué imagen podría haber sustituido el "llegué, vi, vencí" de Julio César, el "venceremos con sangre, sudor y lágrimas" de Winston Churchill, el "ser o no ser" de William Shakespeare o el "Let it be " de Paul McCartney?


Hace algunos años, un iluminado acuñó la frase "una imagen vale más que mil palabras". Curiosamente, para transmitir su mensaje no encontró mejor forma de hacerlo que con palabras.




Joaquín LORENTE

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