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lunes, 8 de agosto de 2011

Pero París jamás me dejó ir.

La calle se volvió un laberinto interminable de recuerdos, cada esquina y cada callejón, cada azulejo en el suelo, cada acera. Los semáforos que alertaban mi presencia me pausaban, a mí y a mi insensatez, porque sólo deseaba correr, correr para ir olvidando todo en cuanto dejaba a mi paso. Todos los rostros, todos los sueños de quienes cruzaban una mirada conmigo como si realmente comprendieran mi locura.
Porque daba y daba la espalda al destino. 
De repente me fingía a mí misma y a todo lo me había pertenecido, así, de golpe, el viento se llevaba con él mis recuerdos y yo me quedaba sin memoria. Como las olas que se alejan de la costa a pesar de saber que volverán a ser arrastradas a la orilla, huía de mi misma, de esas calles y esos paseos, de esas noches y de esa ciudad. 

Pero París jamás me dejó ir. 



domingo, 24 de julio de 2011

Lluvia en París

Jamás imaginé que este presente que vivo fuera el futuro que me esperaba. Porque nunca seré otra cosa que lo que haga por mí misma ahora.

La vida me había regalado inspiración para crear e inventar. Admiraba el mundo, el cielo  y todos sus dioses, hasta que la tormenta arrastró la esperanza. Sentí que dejaba algo a mi paso, que olvidaba detalles, que la música se extendía en mí. Pero el miedo que teje el sendero no impedirá el paso si es firme, porque a menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo

jueves, 21 de julio de 2011

No huyas de ti misma

Me dirigía a una calle luminosa, pero vacía. La gente no paseaba por allí, vivían en las sombras de lo que algún día fueron, recordaban momentos pero huían de ese pasado que construyeron, de tantos sueños que les habían quedado por cumplir. Se escondían, temían esas esquinas, aquellos rincones que saludaban con soplos de pasado, que llamaban a sus puertas reclamando lo que se habían prometido, amenazando con los secretos que habían guardado.