O todo o nada. Un mundo que despierta o una luz que se apaga.
Miro desde la ventana como llueve y cómo los paraguas de colores se mueven de un lado para otro. Me gusta salir a la terraza y ver cómo las nubes pasan, así que decido llevarme un trozo de cielo al respirar y salgo al mundo. La ciudad me cuenta sus secretos, las ambiciones que les mantienen despiertos, los sueños que les han quedado por cumplir, todo aquello que jamás podrán ser.
Pienso que tal vez, todo es cuestión de suerte; tal vez, sólo somos marionetas de algo superior; tal vez, todos mentimos y sonreímos para disfrazarnos; tal vez, el deseo es lo que nos mantiene vivos y egoístas, el anhelo por querer conseguir más de lo que podremos tener.
Las personas sólo somos lo que creemos y lo que hacemos creer. Somos algo claro y perfecto, algo que no se confunde, algo único, pero al ser tan únicos nos encerramos. Jamás vemos más allá del camino que nos hemos marcado porque según decimos, no nos interesa. Nosotros nos aislamos porque no queremos que nadie sepa tanto de nosotros como para hacernos cambiar. Somos cobardes y necesitamos estar solos, como el Sol cuando se cubre de las nubes, somos tan inflexibles como los barrotes que nos encierran.
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