La vida pasa, se nos escapa como arena entre los dedos y de repente ya no somos jóvenes, hemos crecido y queremos una casa, un buen empleo y niños que se nos parezcan. Entonces queremos ser los padres ejemplares, enseñar a nuestros hijos a dar las gracias y a pedir perdón cuando ni siquiera nosotros sabemos de
eso.
eso.
Somos unos ingenuos que necesitamos agarrarnos a algo en lo que creer. Necesitamos un Dios que nos diga lo que está bien y lo que está mal. Necesitamos saber que hay algo más allá para no temerle tanto a la vida. Necesitamos tener un don para hacer algo, una vocación, algo que justifique porque hacemos lo que hacemos. Pero nada se consigue sin esfuerzo: La inspiración es la excusa divina de los vagos.
Todos caminamos en la misma dirección, sin personalidad. Todos obedecemos las mismas leyes, pero, ¿la justicia es igual para todos?, que difícil parece observar a la gente sin hacer diferencias, todos necesitamos poner etiquetas. Queremos creer en la suerte, pero la suerte no existe, se crea, se gana; creer en el destino, pero… ¿Algo de eso es real?, ¿alguien tiene toda nuestra vida planeada y sólo somos las marionetas que seguiremos el camino marcado? o, ¿realmente podemos cambiar nuestro futuro y decidir?
La vida son preguntas sin respuesta.